Pasé,
como en la eternidad,
más de una hora
y de dos y de tres,
no conté;
sobre aquella loseta olvidada
en la calle que hace esquina.
Tirante mi cuello
no se estaba quieto ni un instante
y hacía bailar
mi cabeza amarilla
como una peonza.
Los ojos me escocían
de buscar tu figura
en las desconocidas figuras
de los desconocidos,
eras una aguja
en el pajar de gentes.
Me dolían las manos de apretarlas,
las uñas de clavarlas
y los labios de morderlos.
Y al ver el fin de la tarde
enredándose en mi espera,
fruncí el paso paulatino
y abracé lenta la acera
en busca de mi camino,
que ya nunca fue contigo,
que no recorrí a tu vera.
5 comentarios:
Reflejos de una espera que es mejor olvidar. Si la ausencia es tal, hay que despedirla, intentar relajar el cuerpo y quizá fundirte entre esos desconocidos cuerpos de otros que quizá sientan lo mismo.
Has dejado plasmadas unas bellas imágenes.
Hay esperas equivocadas que terminan convirtiendose en despedidas por las reiteradas ausencias. Sentidos versos, corazón. Un placer leerte. Dejo beso.
Querida amiga, el próximo viernes 12 de diciembre incluiremos un breve comentario sobre tu blog en Asamblea de palabras para que nuestros lectores y lectoras se den una vuelta.
Un saludo.
No me has convertido en verso, como prometes, pero carezco de dudas acerca de la exactitud de la primera parte de tu slogan; por cierto tú sí... eres verso.Puro poema.
Un abrazo.
hola
la espera es muy triste ´pero recuerda que al ultimo mueren las esperanzas
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