En aquel lugar
muchos llevaban
apliques de acero
a mitad del brazo.
Cuando llegaban los tipos
de las máquinas de click
se iniciaba una batalla campal
para lograr ser el primero
en ponerse delante.
Entonces la vanidad
se apoderaba de ellos
y luchaban a codazos,
manoseando las dagas escondidas,
sin temer que los flashes
pudieran robarles
el alma que no tienen.
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