domingo, 18 de mayo de 2008

LLUVIA, GALLEGA, LLUVIA

Aquella boca me arrojó furiosa. Aún estaba asomado el sol pero caía una llovizna silenciosa, lenta, imperturbable. Eché a caminar despacio, paladeando cada gota que me rozaba el rostro, que me mojaba el pelo. Tirso me recibió con flores medio vivas, medio muertas, de tanto tiempo ausencia en tu solapa.

Era una agüilla débil, migajosa, pero constante y lúcida. No moja, no moja. Pero al llegar a casa me vacié de gotas los bolsillos, exprimí los ligueros de domingo. Y rebocé mi cuerpo, aún húmedo, por los cojines malvas del sofá y lo acurrucó potente Billie Holiday que parecía cantar solo para que mi pena se desquitase el frío.

Dormí y soñé. Recuerdo que visité a un amigo que hace tiempo no veía, sin salir del paraíso de mi salón, recogí flores, espigué estrellas. Al despertar solo quedaba la calle mojada, hojas revueltas, y un arcoíris dulzón y perezoso bostezaba, justo, delante de mi ventana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aún no ha parado de llover, pero espero pronto ver tu mismo arcoiris. Ya pronto estás aquí para mostrármelo..