El teléfono ha muerto.
Exiliado mi nombre
de tu agenda,
por las cafeterías
se pierde en servilletas,
que en los parques se arrastran
a ver si las encuentras.
El teléfono ha muerto.
El cable se ha enredado
en mis muñecas,
condenando mis días
a la agónica espera,
a la pausa infinita,
a la vigilia eterna.
El teléfono ha muerto,
enciéndanle una vela.
2 comentarios:
Que las horas guarden la inspiración que llevas, que la luna guíe tus pasos hacia el lugar del que no has llegado, palabra a palabra, que tu voz apagada entre el papel y tu mano temblorosa, no se apague...
que a noche vele tus sueños y tus versos...
Que así sea.
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